Primero se le hace al paciente unas radiografías sin contraste de los riñones y del área de la vejiga. Seguidamente se tumba en una mesa de rayos X y se le inyecta por una vena la sustancia de contraste radiológico (en la UIV convencional), la cual permitirá ver las distintas estructuras del aparato urinario. El contraste circulará por la sangre hasta los riñones, rellenará el sistema colector del riñón y pasará por los tubos principales (uréteres) hacia la vejiga. En estos momentos es cuando se obtienen radiografías sucesivas para seguir el curso del contraste (normalmente cada 5 minutos, después cada 20 minutos, y una última radiografía tras vaciar la vejiga). Pueden ser necesarias radiografías adicionales para demostrar claramente el punto de obstrucción o cuando se detecte cualquier anomalía. A veces se coloca un dispositivo en la parte baja del abdomen para realizar compresión, que no es doloroso y que permite obtener imágenes de buena calidad de los riñones. La exploración dura normalmente de 20-60 minutos.
Previo a la prueba suele prescribirse laxantes (p.e. fosfosoda) o enemas que ayuden a vaciar el intestino, pues es conveniente que vaya vacío de heces para la realización de la prueba. Si está lleno puede ocultar las imágenes radiológicas e interferir en un correcto diagnóstico. Se aconseja que el paciente no coma en las 4-6 horas previas a la exploración, y en las 48 horas anteriores se le indica que debe ingerir una dieta pobre en residuos (fibra) y abundante en líquidos. El paciente debe firmar un consentimiento informado (ya he expuesto alguno) antes de la realización de la prueba, donde se explica en que consiste la prueba, como es el procedimiento, sus ventajas y sus riesgos. Posteriormente a la prueba se recomienda que el paciente beba mucha agua para ayudar a eliminar completamente del cuerpo la sustancia de contraste. No necesita otros cuidados especiales tras este procedimiento.